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Las otras facetas de Gabriela Mistral

Colegio San Francisco de Asís, Salamanca.

Departamentos de Lenguaje, Inglés e Historia.

Gabriela Mistral, seudónimo de la poetisa chilena Lucila Godoy Alcayaga (1889-1957), fue merecedora del Premio Nobel de Literatura en 1945, el primero concedido a un escritor latinoamericano. Sus textos más conocidos son Desolación (Nueva York, 1922), Ternura (Madrid, 1924), Tala (Buenos Aires, 1938) y Lagar (Santiago de Chile, 1954). Algunos, como Lecturas para Mujeres, Nubes Blancas, Poema de Chile y Motivos de San Francisco, así como sus artículos periodísticos, han sido menos difundidos y otros inéditos se han publicado hace relativamente poco tiempo. La obra y la significación de Gabriela es poco conocida entre las nuevas generaciones.

 

La obra de Gabriela Mistral refleja su temperamento sincero, rebelde y sensible, presenta dos vertientes predominantes, la humana y la socio-cultural. Creyó en la educación, en la protección de la infancia, en la justicia social para los humildes; luchó contra los prejuicios sociales y a favor de las reformas del régimen carcelario, las condiciones de vida y trabajo de los mineros, las mujeres y los campesinos. Pensaba que la tarea principal de los intelectuales era contribuir a la construcción una sociedad mejor y más justa.

 

En el aspecto religioso aceptaba el karma budista, el fatalismo del Islam, la esperanza y la fraternidad universal del cristianismo, las tradiciones indoamericanas y la disciplina moral. Se consideraba ciudadana del mundo, sin hacer distinciones de razas, religiones, idiomas, credos, diferencias políticas geográficas o fronteras.

 

Era tierna, austera, pacifista, antifascista, sencilla, sincera y sobre todo humana. Creía en la juventud y en el futuro de la sociedad que un día les pertenecería, por ello, dedicó su vida a señalar los defectos sociales y a proponer soluciones. Nunca utilizó joyas o adornos porque pensaba que la riqueza verdadera consistía en los valores éticos, espirituales e intelectuales de la persona.

 

El Nobel

 

El Nobel obtenido por Gabriela Mistral significó un reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de la mujer latinoamericana que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos. En una Europa destruida por dos guerras mundiales la obra de Gabriela representaba una reivindicación de valores éticos y sociales, la posibilidad de la expresión del sentimiento doloroso realista o de la ternura como perspectiva desde la que se pueden contemplar los problemas humanos como propios, la aceptación orgullosa de lo autóctono y la voz de la mujer que no consiguieron acallar las normas sociales. Por estos motivos, la importancia de su obra no podía ser entendida desde los sectores antiprogresistas de todos los países, incluido el propio, y fue criticada duramente. Sin embargo, en los mismos países, los hombres y mujeres que compartían sus inquietudes pensaron que de algún modo, el futuro, la necesaria reconstrucción del mundo devastado de mediados de siglo, tenía sus líneas maestras esbozadas en los escritos de Gabriela Mistral.

 

Hoy la obra de Gabriela nos sorprende por su actualidad, hasta el punto de hacer que nos interroguemos a la vista de este mal llamado progreso de nuestras sociedades modernas: ¿era ésta la meta por la que vivieron, lucharon y escribieron tantos hombres? ¿Hemos reconstruido aquella sociedad maltrecha, o hemos restaurado solamente los edificios, las calles y las plazas? Hoy casi parece ingenua la humanidad que se desprende de las páginas escritas por Gabriela, casi brota la sensación de que su concepción de las cosas obedecía a un mero idealismo, pero no es cierto; releyendo su prosa y su verso crece la sensación de que algunas de aquellas ideas debían haber formado parte de nuestro presente y, sin embargo, ni están hoy, ni sabemos en qué lugar del camino las perdimos. Quizá ya no estemos interesados en construir el futuro y la mayor parte de nuestros escritores haya vendido su alma a las ficciones a cambio de conseguir el éxito y el amor de Margarita.

Mensaje sobre los Derechos Humanos 

Leído en la Sesión Solemne celebrada el 10 de diciembre de 1955, en la Gran Sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

 

 

Hace ocho años dos palabras bajaron hacia las multitudes de varias naciones y de millones de hombres, y son esas palabras las que celebramos hoy en la forma de los Derechos Humanos.

 

Muchas patrias ya conocían esta honra pero no eran todas las criaturas quienes gozaban de estos derechos. Este día llegó por fin hace ocho años y lo celebramos como un nacimiento pascual.

 

No eran pocos los que dudaron de que la libertad acarrease bienestar a los pueblos retardados y ellos mismos habían rehusado a hombres y mujeres esta gracia tan justiciera.

 

Celebramos la universidad de nuestra hazaña civil, pero subiste en nosotros todavía un gesto de tristeza. Echemos una mirada que abrace al mundo y quedaremos pensativos.

 

Recordemos en este aniversario el ancho, y noble bien logrado y hagamos con fervor el voto de que esta fecha será en el Calendario de 1956 absolutamente gloriosa.

 

Los elegidos que recibieron la chispa divina, bajaron a redimir no sólo pueblos que vendrían después.

 

Los presentes, que estábamos hartos de tan larga espera, los que aceptamos seguir viviendo como entes privilegiados, continuaremos esta campaña. En ninguna página sagrada hay algo que se parezca al privilegio y aún menos a la discriminación: dos cosas que rebajan, y ofenden al hijo del hombre.

 

Yo sería feliz si nuestro noble esfuerzo por obtener los derechos Humanos fuese adoptado con toda lealtad por todas las naciones del mundo. Este triunfo será el mayor entre los alcanzados en nuestra época.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuentes: